VOLUNTARIADO EN EQUINOTERAPIA PARA NIÑOS

¿Te has preguntado alguna vez qué papel tienen los voluntarios en Al Paso?

A continuación, ¡te lo contamos!

En Al Paso siempre trabajamos con voluntarios, ellos son una parte fundamental de nuestra actividad, imprescindibles para poder llevar a cabo las sesiones día a día.

Los voluntarios nos aportan una gran ayuda, sobre todo con los caballos antes y durante las clases de equinoterapia para niños.

Nuestro equipo se encarga de la formación de cada uno de los voluntarios que llega a la asociación. Reciben nociones sobre el manejo, el entrenamiento y el cuidado de los caballos. De esta manera, logran tener una autonomía suficiente para ser capaces de controlar a los animales en las sesiones de terapia ecuestre.

¿Y qué se necesita para ser voluntario?

No hay requisitos particulares necesarios para poder acceder al voluntariado, sino ganas de divertirse con los caballos y los niños, algo de paciencia, buena voluntad y ganas de aprender y compartir el tiempo con otras personas en un entorno natural. Tampoco es necesario tener una formación concreta sobre intervención educativa en niños con discapacidad o el mundo de la diversidad funcional, allí aprenderás todo lo que necesitas, al fin y al cabo, el mejor maestro es el tiempo, y la mejor maestra, la experiencia.

Nuestra voluntaria Marta relata:

La primera vez que fui tenía un poco de miedo, no conocía mucho el mundo del caballo, pero las chicas del equipo logran integrarte en un buen ambiente que te hace sentir útil y poco a poco te das cuenta de que aprendes a ayudar. A lo largo de los dos años que llevo allí, cada vez que llega un nuevo voluntario, le ocurre lo mismo que me pasaba a mí. Al principio te sientes torpe, pero el tiempo ayuda, y poco a poco, ves que vas aprendiendo, y lo que es más importante, ves como los chicos evolucionan y mejoran.”

La rutina de nuestras tardes empieza a las 15:00, cuando nos reunimos en la hípica y hacemos un resumen de los casos que atenderemos a lo largo de la tarde, para organizarnos y repartirnos el trabajo. En el caso de los fines de semana esto tiene lugar a primera hora de la mañana.

En primer lugar, bajamos al prado donde viven nuestros caballos, allí los podemos contemplar mientras disfrutan del sol y de las sombras que ofrecen los árboles, de los conejos que corren por el campo y también de la comida, necesaria para que tengan la energía suficiente para arrancar el día.

Esta es la primera toma de contacto con los caballos. Cogemos las cabezadas de cuadra y nos acercamos a ellos para subirlos a las cuadras, donde empezaremos con los cuidados y la limpieza de cada uno de ellos.

Para facilitar la tarea a los voluntarios y en especial a los niños cuando hacemos sesiones de equinoterapia en cuadra, tenemos cubos de colores o con las fotos de cada caballo con todo el material necesario de limpieza: limpia cascos, rasquetas, cepillos para el pelo y las crines…

Bajo supervisión y con ayuda de las terapeutas del equipo, los voluntarios aprenden como cuidar a un caballo y las normas de seguridad que hay que tener en cuenta cuando están en cuadra. También es muy importante que aprendan como reconocer heridas que se hayan podido hacer viviendo en el prado y curarlas de manera que los animales gocen siempre de buena salud.

Antes de empezar las sesiones de equinoterapia solemos mover a los caballos a la cuerda y, por qué no, si hay tiempo, algunos días montarlos también. De esta manera, no solamente seguimos controlando su salud física, sino también les trabajamos calentando y reforzando su musculatura utilizando rendajes específicos.

Esta parte es muy importante para que los voluntarios tomen confianza con los animales, conozcan la personalidad de cada uno de ellos y adquieran un adecuado manejo para sentirse seguros a su lado.

Una vez terminada la parte de cuidados y calentamiento, preparamos a nuestros co-terapuetas, según el orden de llegada de los niños.

Cada niño que acude a terapia monta su caballo, acorde a sus necesidades, para ofrecerle, tanto a nivel físico como cognitivo, las oportunidades de avanzar y mejorar. Por esta razón, tenemos también que adaptar el material de los equinos a los niños, eligiendo entre diferentes tipos de monturas, por ejemplo, con o sin asa, tapiz con cinchuelo, tapiz para las montas gemelas, diferentes cabezadas…

También en esta parte, los voluntarios nos aportan ayuda, colocando dicho material en el caballo, controlando que esté bien puesto y dejándolo listo para empezar las clases de equinoterapia.

Después de preparar a los caballos, hay que poner a punto la pista de terapia y los juegos, antes de que lleguen los niños, para que todo esté listo al empezar las sesiones. Las terapeutas estructuran las actividades de acuerdo con los objetivos de cada usuario y las explican a los voluntarios para que, durante la sesión de terapia ecuestre, faciliten el trabajo siguiendo las tareas y sobre todo para que se diviertan juntos y también disfruten.

Como afirma nuestra voluntaria Leyre:

Estando de voluntaria en Al Paso participas al 100% en las sesiones siendo un miembro más del equipo y trabajando con los chicos mano a mano, conociéndoles más, y generando un lugar de trabajo en el que es imposible ir hacia atrás. Llegas a cogerles mucho cariño, a apreciar cada semana ese día de voluntariado que te llena de alegría y de energía”.

Cuando llega el niño y monta a su caballo, es muy importante que el voluntario preste atención no solamente a las indicaciones del terapeuta, llevando al caballo o acompañando al otro lado del niño, sino también al entorno y a la multitud de estímulos que se pueden presentar. Aunque al principio parece complicado o incluso imposible, pese a que los caballos son muy buenos y están específicamente entrenados para la terapia, pueden surgir imprevistos o riesgos y una buena reacción ante ellos creará un entorno más seguro. Con la experiencia, todo se hace más sencillo y lo más importante, se disfruta de la naturaleza, y se ve cómo poco a poco a través del juego, los niños evolucionan y aprendemos los unos de los otros, formando un gran equipo.

En todo este tiempo he podido comprobar cada día más los beneficios que proporcionan este tipo de actividades, no solo a los pacientes, a los cuales he visto crecer, mejorar y superarse en cada sesión, sino también a mí personalmente. Para mí el voluntariado semanal es una terapia también, un momento de desconexión de mis obligaciones o preocupaciones para colaborar en algo más importante y sentirme útil. Y, además, poco a poco, te vas sintiendo parte de esa pequeña familia que es la Asociación, te diviertes y te llevas un buen recuerdo de cada una de las sesiones”.

La experiencia de Patricia, voluntaria de Al Paso desde hace más de seis años y otra muchas más, nos hacen sentir muy afortunadas de poder contar, cada semana, con personas comprometidas que siempre están dispuestas a ayudarnos y nos acompañan los días entre risas y alegría.

Artículo realizado por Elena Enrici